domingo, 13 de noviembre de 2016

Radio Materialista - Episodio 42 (Los OGM y transgénicos a debate). Parte II.

En esta segunda parte del episodio intentamos abordar el asunto de los OGM y transgénicos desde el Materialismo Filosófico y la bioética materialista. Participan en la tertulia Pablo Huerga Melcón e Íñigo Ongay de Felipe.

La tertulia comienza preguntándonos cómo podemos abordar los OGM desde la bioética materialista de Bueno. Íñigo empieza con este interesante análisis: «los OGM son una prueba muy firme de que las ciencias en principio no son ni descripciones de la realidad extracientífica, ni tampoco son constructos teoréticos que después se tiran como redes al mar a la realidad extracientífica, ni tampoco son armatostes teoréticos que después tendrán que adecuarse o no a la propia realidad; sino que las ciencias incorporan necesaria e incesantemente la propia construcción del mundo, la hiper-realidad. Y entonces en esta gnoseología hiper-realista los EGM son uno más de los fundamentos que tenemos para decir que la Biología consiste en el propio "hacerse" del Mundo en marcha a determinada escala.»

Nuestros filósofos también evitan el lisologismo que consistiría en considerar que la Bioética es una. Hay muchas bioéticas (materialistas, católicas, musulmanas, liberales, &c) y dependiendo de las premisas desde las que partamos, llegaremos a conclusiones muy distintas. Así lo expresa Pablo: «La Bioética es un ámbito filosófico que debe ser adjetivado y hay bioéticas de todo tipo. Por ejemplo, tomando una bioética de tipo neoliberal, los transgénicos no tendrían mayor problema. Tienen muchas ventajas desde un punto de vista económico, productivo, del rendimiento económico que puedan tener, incluso desde el desarrollo de las actividades productivas, &c. En cambio una bioética ecologista podría denunciar los transgénicos como una intervención en la naturaleza de consecuencias quizá indeseadas y que puede afectar al equilibrio ecológico, a la supervivencia de la propia Tierra, entendida como una entidad biológica uniforme.»

Nuestros invitados analizan la distinción entre «natural» y «antinatural» que algunos ecologistas manejan cuando afirman que los OGM serían «antinaturales». Pablo cree que la distinción es metafísica, así que habría que intentar replantear esa distinción desde una perspectiva más gnoseológica. El problema gnoseológico que plantea esto es si es posible reducir la vida a sus componentes genéticos, un debate en el seno de la Biología con consecuencias tecnológicas, políticas, económicas, &c. Esto nos lleva al campo de la industria y la producción. Así lo expresa Pablo: «se trata de que es posible intervenir genéticamente en los organismos, modificarlos y luego patentar esas modificaciones. Por lo tanto, lo que ocurre es que se está produciendo una reorganización desde el punto de vista de la propiedad de tramos de la producción humana que hasta ahora era imposible privatizarlos». Prosigue Pablo: «entonces la cuestión es si es posible una discusión acerca de si se puede reducir todo el fenómeno biológico a esos componentes [genéticos], o el enfoque mecanicista según el cual la modificación de los genes genera necesariamente cambios y que esos cambios no tienen alteraciones o se pueden controlar desde un punto de vista tecnológico; realmente esa es una discusión que tiene también un carácter gnoseológico y también ideológico».

Íñigo también critica la distinción entre «natural» y «antinatural»: «las ciencias y las tecnologías son parte del propio hacerse del mundo en marcha. Entonces los OGM son tan culturales o tan naturales como los organismos no manipulados genéticamente que, por otro lado, también están manipulados. Quiero decir que los mismos mecanismos de selección artificial ganadero y agrícola están ahí desde el Neolítico.» 

Los transgénicos también se pueden entender en un contexto político determinado, en términos de eutaxia. Muchos países establecen aranceles e incluso prohibiciones de los OGM. Las relaciones entre Estados adquieren la forma de una biocenosis y una prohibición de los OGM de un país equivale al bloqueo de un determinado comercio con otro país enemigo. Muchas veces las normas que regulan, incluso prohíben, el mercado de transgénicos tienen que ver con los intereses de los gobiernos, que a su vez están atravesados por intereses corporativos.

El pasado mes de junio más de un centenar de premios Nobel firmaron una carta abierta contra la organización ecologista Greenpeace por su rechazo a los alimentos transgénicos. El texto urgía a Greenpeace a «reconocer las conclusiones de las instituciones científicas competentes» y «abandonar su campaña contra los organismos modificados genéticamente en general y el arroz dorado en particular». El arroz dorado es una variante creada en 1999 con sus genes modificados para producir un precursor de la vitamina A. La Organización Mundial de la Salud calcula que 250 millones de niños sufren una carencia de vitamina A que aumenta el riesgo de padecer problemas oculares y ceguera. Unos 500.000 niños se quedan ciegos cada año por falta de vitamina A. La mitad de ellos muere en el año siguiente a la pérdida de la visión. En la carta de los premios Nobel aparecía esta pregunta que llamó la atención por su contundencia: «¿Cuántas personas pobres deben morir en el mundo antes de que consideremos esto un crimen contra la humanidad?» Preguntamos entonces a nuestros invitados si tiene sentido hablar de crimen contra la humanidad al referirnos a la oposición de Greenpeace a los alimentos transgénicos. Íñigo sostiene que el escrito de los científicos realmente es filosófico, aunque ellos no lo advierten. Entonces la clave está en saber desde qué filosofía habla cada uno. Íñigo identifica la posición de los firmantes de la carta en el «fundamentalismo científico». Mientras que Greenpeace estaría ubicado en un fundamentalismo de tipo ecológico o naturalista, «que les llevará -sostiene Íñigo- a decir que los transgénicos son un crimen contra la Naturaleza, pero en realidad ni la Naturaleza ni la Humanidad existen como tales». Pablo también apunta que el discurso de estos científicos forma parte del imperio que ha resultado beneficiado de la caída de la URSS, que es EEUU.

Finalmente, nuestros tertulianos abordan la aplicación del llamado «principio de precaución». Pablo cree que los Estados tienen aquí mucho que decir: «el control de la investigación sobre los transgénicos es fundamental». Íñigo se centra en el «panfilismo krausista» de Greenpeace (no en vano es «Paz Verde») que lleva a solicitar una prohibición total de la comercialización de los OGM. Íñigo recuerda el caso de los ludditas que trataban de detener inútilmente el desarrollo de las máquinas. Quien se opone a la biotecnología en el siglo XXI, según Íñigo, se pone a la altura de los ludditas.



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Acceda a la primera parte de este episodio aquí con José Miguel Mulet.

*Grabado el 12 de noviembre de 2016.