domingo, 1 de noviembre de 2015

Radio Materialista - Episodio 38 (Especial sobre la tauromaquia).

En este episodio de Radio Materialista abandonamos la tertulia y volvemos al formato de la entrevista. Nuestro filósofo entrevistado es Íñigo Ongay de Felipe.

El filósofo Jesús Mosterín afirma que la gente antes se aburría porque no había posibilidades de entretenimiento y entonces se divertía viendo torturas de animales. En nuestras modernas sociedades ya no existe esa "limitación" y -para Jesús Mosterín- no habría motivos para acudir a las corridas de toros. Íñigo destaca que Mosterín sólo se ubica en la categoría psicologista. Su explicación es lisológica -si regresamos a esa explicación (regressus) luego no podemos progresar (progressus) para reconstruir la propia morfología del toreo- y como tal es insuficiente para saber en qué consiste el fenómeno. Íñigo también critica la idea de "progreso global" que maneja Mosterín para justificar que tenemos dos siglos de retraso sobre otras naciones que prohibieron la tauromaquia.

Otro tópico de los antitaurinos consiste en afirmar que la tauromaquia no es propia de sociedades civilizadas. Íñigo tritura también estos argumentos que piden la petición de principio.

Jesús Mosterín se ubica en la categoría biológica cuando afirma que el toro bravo no es otra especie. Íñigo vuelve a insistir en el reduccionismo que continuamente lleva a cabo el filósofo animalista y que nos hace pensar que sus premisas no son lo suficientemente potentes para explicar este asunto. Y es que la categoría biológica no agota el mundo del toro bravo como 'Bos taurus', el mamífero artiodáctilo de la familia de los bóvidos. Mosterín ignora lo que en el MF se conoce como "desconexión de los géneros". "Sus premisas no pueden hacerse cargo de la desconexión de los géneros", destaca Íñigo. Mosterín debería saber que el toro bravo estaría en otra categoría: la categoría tecnológica ganadera. Él ve una continuidad en las diferentes categorías (el mundo como un continuum). Esto le hace caer en el monismo y el fundamentalismo científico.

Íñigo también niega que el toreo sea una tortura: "Definir así la tauromaquia supone una reducción en la línea del 'regressus' que el problema que tiene es que luego en la línea del progressus no puede reconstruir la morfología, porque si fuese por torturar a los toros, por una suerte de afán de satisfacción de un impulso sádico, entonces la morfología precisa de la ceremonia quedaría sin explicar porque al toro se le mataría de otras maneras". Esa explicación psicologista del toreo como tortura es para Íñigo absurda y no sirve para explicar nada.  

Íñigo también analiza las posiciones enantiomorfas de taurinos y antitaurinos cuando dicen respectivamente: "El toreo no es tortura porque es cultura" y "el toreo no es cultura porque es tortura". Nuestro filósofo demuestra que ambos caen en el llamado 'Mito de la Cultura'.

Le preguntamos también a Íñigo por la necesidad de usar un espacio antropológico tridimensional. Cartesianos y animalistas usan un espacio antropológico bidimensional, plano. Con dos ejes los animalistas no pueden explicar que nuestra animalidad se reconfigura a otra escala que tiene que ver con las múltiples instituciones que hemos construido. Íñigo demuestra con mucha solvencia la necesidad de los ejes circular y angular.

Finalmente, Íñigo también comenta el carácter político que acompaña a muchas de las reivindicaciones antitaurinas en lugares como Cataluña por considerar el toreo una "seña de identidad" (por usar la expresión metafísica tan de moda) propia de España. En ese sentido la prohibición del toreo en Cataluña es una actividad tan política como la retirada de banderas españolas de edificios públicos o la inmersión lingüística.

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*Grabado el 1 de noviembre de 2015